Cuando era oficial de programa en una fundación que apoyó a organizaciones de derechos humanos por más de veinte años en México, conocí muchas organizaciones que enfrentaban dificultades constantes para obtener recursos suficientes. Aunque a través de mi interacción con ellas constaté que las fuentes de apoyo para organizaciones de derechos humanos en América Latina son limitadas, fue hasta que empecé a escribir este artículo que logré entender la magnitud de la escasez que enfrentan. Estuve revisando varias fuentes de información para averiguar si las cifras coincidían con lo que yo había visto durante mis casi diez años en la fundación: que los flujos de financiamiento en derechos humanos en la región cambian constantemente, no son muchos, y son condicionados. Dado que los donantes que destinan donativos a la región tienden a concentrarse en temas específicos, los fondos están además etiquetados para proyectos y entregables concretos. Aquéllos que trabajamos en filantropía, especialmente quienes estamos en la comunidad de donantes progresistas, tenemos la obligación de entender las fuentes de inequidad que afectan a las organizaciones en América Latina y que nuestras instituciones han creado.
Las cifras confirman lo que es de conocimiento común
Las organizaciones de derechos humanos en América Latina operan en medio de una escasez de financiamiento. Además de que trabajan en contextos adversos en los que su staff recibe amenazas constantes a su salud física y emocional, estas organizaciones se enfrentan a la competencia de organizaciones internacionales en la búsqueda de recursos tanto de las fundaciones como de la cooperación internacional. Las organizaciones de derechos humanos son las que resisten los avances de los gobiernos autoritarios en países de la región. Son las que histórica y actualmente hacen frente a los intentos de socavar los sistemas democráticos, de violar derechos fundamentales y de silenciar a la prensa. Las organizaciones de derechos de las mujeres han documentado y nos han enseñado que América Latina es el laboratorio de prueba de los movimientos de ultraderecha a nivel global. Por ellas sabemos que organizaciones de la derecha conservadora no solamente han ganado fuerza en la región, sino que además en esta región es donde ponen a prueba sus estrategias antes de aplicarlas en otras partes del mundo.
Varios equipos de investigadores han hecho un trabajo excelente de recopilar y analizar la información que existe para mostrar el estado del financiamiento al que tienen acceso las organizaciones en América Latina, particularmente sobre los grupos que buscan cambios al status quo, ya sea en derechos humanos, anticorrupción, o justicia climática o de género, entre otras. Las principales fuentes de este artículo son los informes y estudios comparativos producidos precisamente por estos equipos y lo que tienen en común es que dan cuenta de las barreras considerables que las organizaciones en América Latina enfrentan para obtener financiamiento de donantes internacionales y nacionales.
Cuatro Barreras para Acceder a Fondos de la Filantropía
1 – Por lo menos el 40% del apoyo de fundaciones para trabajo de derechos humanos en América Latina lo reciben organizaciones que no son de la región
No es “noticia” que gran parte del apoyo en derechos humanos que las fundaciones otorgan se entrega a intermediarias u organizaciones basadas en Canadá, Estados Unidos o Europa Occidental. En 2018, más de 800 fundaciones otorgaron donativos para trabajo en derechos humanos en el mundo. Del total de $3.7 billones de dólares en donativos, solamente el 6 por ciento se destinó a trabajo sobre derechos humanos en América Latina, pero de ese porcentaje, apenas el 60 por ciento se otorgó directamente a organizaciones basadas en la región[1]. La fuente de estos datos es: Advancing Human Rights, una iniciativa multianual de Human Rights Funders Network (HRFN) y Candid.
Me parece importante resaltar dos cosas que encontré:
- El porcentaje que se otorga directamente a organizaciones locales está disminuyendo.
- En 2017, 65% del total de apoyo que se destinó a trabajo sobre derechos humanos en América Latina ($220 millones de dólares) se otorgó a organizaciones basadas efectivamente en la región[2].
- En 2018, solamente el 60% de la parte destinada a derechos humanos en América Latina ($214.5 millones de dólares) fue entregado a las organizaciones de la región.
- El financiamiento condicionado o restringido es el tipo de apoyo que predomina.
- La investigación de HRFN y Candid también muestra que la mayor parte de los apoyos que los donantes otorgaron a las organizaciones en el Sur Global fueron donativos para proyectos específicos. En el caso específico de los apoyos a organizaciones en América Latina, únicamente el 20% correspondía a donativos flexibles o de apoyo general[3].
En resumen, las inequidades en el acceso al financiamiento para las organizaciones de América Latina existen no solamente en la proporción del total de los fondos, sino también en la calidad del apoyo que éstas reciben.
2 – Las organizaciones de la sociedad civil locales deben competir por financiamiento contra organizaciones internacionales y empresas del sector privado
Un obstáculo menos documentado, pero igual de relevante, consiste en la competencia de actores del sector privado que enfrentan las organizaciones basadas en América Latina al buscar financiamiento. Un estudio de 6,500 convocatorias comisionado por CIVICUS encontró que las organizaciones civiles latinoamericanas se enfrentaron a la competencia de empresas privadas en 71% del total, mientras que en 74% compitieron con organizaciones internacionales[4]. Apenas el 3% de las convocatorias fueron destinadas exclusivamente a organizaciones basadas en América Latina. No es menor que cada convocatoria pone a prueba la capacidad de las organizaciones debido a la competencia en condiciones de desigualdad y las probabilidades de ser seleccionadas para recibir apoyo del donante disminuye a medida que el número de empresas participantes aumenta.
3 – Los marcos legales y las políticas restrictivas en la región colocan a las organizaciones de América Latina en desventaja
Los regímenes de impuestos nacionales en América Latina varían considerablemente. Aún sin incluir a los gobiernos autoritarios, la mayoría de las personas de la región viven en países con marcos legales bastante restrictivos para las organizaciones no lucrativas, ya sea en Argentina y Brasil o incluso México y Perú[5]. Estos países cuentan con sistemas de administración tributaria complejos y altamente burocráticos que provocan la vulnerabilidad de las organizaciones para ser criminalizadas y la necesidad de invertir bastante energía en cumplir a cabalidad los requisitos. Un pequeño número de fundaciones están apoyando, de manera proactiva, iniciativas de incidencia en la región para hacer frente a las medidas cada vez más limitantes y criminalizantes. Estas fundaciones han sido capaces de darse cuenta de que apoyar iniciativas para litigar y hacer frente a esas políticas y prácticas en la región, es necesario para que el resto de los programas continúen.
4 Poco interés de la filantropía local o nacional en iniciativas que buscan cambiar el status quo
Por lo menos el 65 por ciento de los recursos disponibles para las organizaciones de la sociedad civil en América Latina proviene del Norte Global[6], y probablemente este porcentaje es un poco más alto para las organizaciones de derechos humanos. Aunque las fundaciones de empresas locales o corporativas proliferan en la región, éstas generalmente se enfocan en causas o temas no controversiales o “no políticos”. Un estudio de 2008 que resume genialmente las actitudes y prioridades de la filantropía en México[7] mostró que “derechos humanos” ocupó la posición número 17 en una lista de 19 áreas temáticas que recibieron la mayor cantidad de recursos al encuestar a 90 empresas del país. Los temas o áreas que ocuparon los tres primeros lugares son “educación”, “medio ambiente” y “niñez”.
Como regla general, las fundaciones familiares, empresariales y corporativas con sedes en la región tienden a no apoyar iniciativas que buscan cambios a los sistemas socioeconómicos o de justicia de los países donde operan. Por ejemplo, la Fundación Coca Cola apoya proyectos para aumentar el acceso a agua potable para comunidades marginales en Ecuador, Colombia y República Dominicana, pero su trayectoria de filantropía no incluye apoyar litigio e incidencia a favor de mujeres encarceladas por interrupción de un embarazo, ni trabajo colectivo de periodistas y activistas a favor de la libertad de prensa en Nicaragua.
Basta cambiar algunas prácticas para desmantelar barreras
Cuando revisaba la información para este artículo, descubrí que tres de los cuatro tipos de barreras que analizo tienen su origen en el sistema mismo de filantropía. Esto significa que desmantelarlas está perfectamente al alcance de los donantes.
La primera vez que escuché que la filantropía propiamente latinoamericana está en su apogeo fue en un panel del webinario 11 Tendencias en la Filantropía en América Latina en mayo pasado. Amalia Souza, fundadora de Fundo Casa Socioambiental en Brasil, dijo que la filantropía en los países de nuestra región está creciendo de manera importante y que las familias de élites locales y personas empresarias están creando nuevas fundaciones y, desafortunadamente, la mayoría está reproduciendo los modelos del Norte Global.
Las personas que trabajamos en filantropía podemos y tenemos la responsabilidad de mejorar las prácticas de financiamiento o grantmaking, y en particular asegurarnos que el apoyo se otorga directamente a las organizaciones locales, simplemente porque saben su oficio, conocen mejor el contexto, los riesgos y las necesidades de las personas a quienes defienden y protegen. Las instituciones donantes que financian trabajo en la región pueden hacer algo muy valioso además de reconocer que tienen el poder para eliminar las barreras que ellas mismas generaron: tomar en cuenta el deterioro a los sistemas democráticos que se está gestando actualmente y promover que donantes del sector privado de la región se animen a apoyar el trabajo de las organizaciones que buscan cambiar el status quo.
Para quien se interese en revisar a profundidad la información sobre el panorama de la filantropía en la región, recomiendo los siguientes informes:
Alternativas y Capacidades, A.C.
Diagnóstico sobre Filantropía Corporativa en México, 2008.
Human Rights Funders Network-Candid
Advancing Human Rights: 2017 Key Findings, published in 2020.
Advancing Human Rights: 2018 Key Findings, published in 2021.
Innpactia-CIVICUS
Access to Resources for Civil Society Organizations in Latin America: Facts and Challenges, August 2019.
UBS-Harvard University’s John F. Kennedy School of Government
Global Philanthropy Report: Perspectives on the Global Foundation Sector, 2018.
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Agradezco especialmente a Elizabeth Powley, Sharon Bissell, Kellea Miller y Rachel Thomas por sus consejos, la retroalimentación, y las observaciones tan atinadas.
[1] El porcentaje sería menor si se incluye El Caribe en el cálculo total, puesto que solo 18% del apoyo en derechos humanos se destinó directamente a grupos basados en la subregión.
[2] Human Rights Funders Network, Advancing Human Rights: Annual Review of Global Grantmaking. Key Findings 2018, p. 11.
[3] El 20% no incluye El Caribe, en donde el porcentaje de apoyo flexible es solamente 2%. Los datos provienen del conjunto de datos de 2018.
[4] Estos hallazgos se obtuvieron del análisis de más de 6,500 convocatorias publicadas por 2,000 donantes entre 2014 y 2017. Ver Access to Resources for Civil Society Organizations in Latin America: Facts and Challenges, Innpactia y CIVICUS. Agosto 2019, p. 11.
[5] Informe resumido sobre America Latina en The Global Philanthropy Environment Index de Lilly School of Philanthropy, Indiana University. El Indice no incluye a América Central, pero a excepción de Costa Rica, el resto de los países son democracias inestables y débiles con leyes que restringen la Libertad de asociación y de reunión.
[6] CIVICUS, op cit, p.
[7] Alternativas y Capacidades, A.C., Diagnóstico sobre Filantropía Corporativa en México, Ciudad de México, 2008. p. 30.