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El apoyo flexible: ¿la excepción o la norma?

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En el artículo que precede a éste, me enfoqué en la brecha que observo entre la práctica de las fundaciones y el discurso que mantienen acerca de dar apoyo operativo general a las organizaciones. Con la intención de que cada vez más gente del ámbito de la filantropía se una a esta conversación, en los siguientes párrafos presento los comentarios y preguntas que me hicieron varios colegas, amigos, amigas y profesionistas que trabajan en uno u otro lado de la ecuación del “grantmaking” o la actividad de otorgar apoyos a la sociedad civil. Estoy convencida de que toda persona que trabaja en instituciones de la filantropía busca por diferentes medios mejorar la forma en que se otorgan apoyos a las organizaciones de la sociedad civil, pero me preocupa que pronto se disipe la oportunidad de hacer mejoras perdurables y que se creó a partir de la reacción admirable de decenas de donantes en 2020 ante la emergencia sanitaria por COVID. Tanto esta publicación como la anterior son una manera de transmitir la urgencia de hacer más accesible el apoyo no restringido y de explorar si difundir los diferentes aspectos y puntos de vista sobre el tema contribuyen a mejorar las prácticas de las fundaciones.

Los donativos para proyectos específicos son parte de la estructura de poder que existe en la filantropía

En una conversación interesante, Sylvia Aguilera, directora ejecutiva de Acento, Acción Local, mencionó un punto importante acerca de esta discusión, que no consideré en el artículo anterior: el poder. La decisión sobre otorgar donativos para proyectos—en lugar de apoyo operativo general— no está determinada por factores externos o ajenos a los donantes, sino que está determinada en gran medida por la diferencia de poderes entre donante y la organización. En otras palabras, el hecho de que las fundaciones privadas destinen la mayoría de los financiamientos a proyectos específicos no es el resultado de restricciones legales, sino de la estructura de poder que caracteriza a la filantropía.

Al tomar en cuenta que los donativos para proyectos específicos se vinculan con dinámicas de poder más amplias, es fácil darse cuenta que ese tipo de apoyos se dan como parte de una relación transaccional, en la que los donantes esperan resultados concretos a cambio de financiamiento. Distintos actores en el campo de la filantropía han empezado a reconocer que estas prácticas deben cambiar para que las organizaciones que realizan el trabajo asuman un papel central. Así, tanto la experiencia como las necesidades de las organizaciones serán elementos centrales —si no es que lo principal— en la decisión sobre las características del financiamiento.

Es emocionante ver cómo hay mayor conciencia sobre esta situación. Entre otras prioridades, comienza a reconocerse la importancia de los donativos flexibles en distintas latitudes del campo de la filantropía en Estados Unidos, como el Trust-Based Philanthropy Project, el movimiento encabezado por el Decolonizing Wealth Project, y muchas fundaciones que desde hace tiempo empezaron a centrar sus prácticas en las necesidades de las organizaciones, y a aumentar la proporción del apoyo flexible, sin ser faroleros.

 

Las estrategias de programa y la expectativa de resultados concretos suelen reducir el margen de maniobra de las fundaciones para otorgar apoyos flexibles

Las estrategias de programa son el equivalente de los planos para la construcción con las que el staff define el ámbito y el alcance del trabajo de las fundaciones, y por el que expone los resultados esperados de trabajar en un determinado tema o área. Quién establece los resultados y por qué son dos preguntas relevantes, pues el desarrollo de la estrategia no ocurre en un vacío, y el personal de una fundación por lo regular consulta proactivamente a organizaciones o especialistas que trabajen en el o los temas de los que se trate. Usualmente, las estrategias comprenden resultados muy específicos para evitar que las metas planteadas sean meros deseos irrealistas o abstracciones imposibles de aterrizar, y para contar con indicadores de que tuvieron éxito. En mi opinión, las estrategias no tendrían por qué ser dejadas a un lado, pero podrían ser construidas y usadas de manera diferente. El apoyo a proyectos es una de las herramientas disponibles para conseguir los objetivos de una estrategia, pero el impacto también se puede obtener al proveer apoyo operativo general a organizaciones mediante metas definidas. Las estrategias programáticas deberían guiar a las fundaciones principalmente para decidir qué organizaciones apoyar; y después, en función de esa selección, se debería preguntar a las organizaciones qué resultados esperan del trabajo que van a realizar para incorporarlos en las estrategias de los donantes. No estoy sugiriendo nada innovador, hay muchos ejemplos de esta visión: Fund for Global Human Rights, y las fundaciones Ford y MacArthur, por nombrar algunos donates que ya lo están haciendo en cierta medida; tienen estrategias de programa o globales, y aún así logran combinar el apoyo operativo general con donativos para proyectos.

 

Una mayor flexibilidad en los apoyos posibilita que las organizaciones accedan a nuevas fuentes de financiamiento

Los donativos no restringidos y multianuales permiten a las organizaciones adaptarse más rápido a los cambios políticos, económicos y sociales, y además cumplen funciones cruciales para la supervivencia: el fortalecimiento institucional, la administración de recursos, el desarrollo de liderazgos, etcétera. Otro beneficio es la diversificación de las fuentes de financiamiento, tal como lo explicó Gretchen Kuhner, directora general del Instituto para las Mujeres en la Migración, con sede en México: los donativos de apoyo general ayudan a las organizaciones a obtener recursos de agencias bilaterales o donantes gubernamentales, cuyo financiamiento suele ser más restringido. Las agencias de cooperación suelen tener más restricciones para otorgar donativos y una de las características es que generalmente dan donativos para proyectos. Las organizaciones que reciben financiamiento general operativo multianual de fundaciones privadas están mejor posicionadas tanto para solicitar como para cumplir con los requisitos que conllevan los donativos de agencias gubernamentales.

Las fundaciones podrían estar fomentando que las organizaciones quedan atoradas en la trampa de insostenibilidad sin advertirlo

A cualquier fundación preocupa continuamente que el financiamiento que otorga pudiera provocar que las organizaciones generen una dependencia. Si las organizaciones tienen distintas fuentes de ingreso, desde el punto de vista de una fundación, es un indicio importante de sostenibilidad. Sin embargo, cuando la mayor parte del apoyo proviene de donativos anuales para proyectos específicos, las organizaciones enfrentan mayores dificultades para obtener financiamiento de nuevas fuentes, primero, porque no pueden demostrar estabilidad a largo plazo y, segundo, carecen de un equipo de recaudación sólido y experimentado. Un estudio realizado por el Centro para la Filantropía Efectiva arrojó que sólo el 41 por ciento de las organizaciones encuestadas reportaron haber recibido donativos para apoyo operativo general que fuera además plurianual. Además, el apoyo operativo general plurianual constituyó apenas el 25 por ciento del presupuesto de la mayoría de las organizaciones.[1] Las organizaciones que participaron en la encuesta del CEP están basadas en Estados Unidos, y aunque no cuento con datos comparables, este porcentaje probablemente es mucho más bajo en América Latina y el resto del Sur Global.

Los donativos para apoyo operativo general también permiten a las organizaciones contratar a personal a largo plazo, y no por proyectos. Un aspecto importante para que las organizaciones civiles sean sostenibles y eficaces es contar con la capacidad para retener talento. Las fundaciones que están buscando contrarrestar los efectos negativos en sus prácticas de otorgar apoyos, están comenzando a advertir el patrón negativo que se presenta en la capacidad de las organizaciones para retener talento y para dar el nivel de seguridad social debida a sus empleados.

 

Nuevas formas de organización colectiva: proyectos con un intermediario fiscal

Usualmente, las fundaciones se valen de intermediarios para otorgar fondos. En años recientes, los patrocinios fiscales se han vuelto más comunes a medida que grupos e individuos han elegido organizarse para acciones colectivas como proyectos, sin estar constituidos formalmente como organizaciones de beneficencia o asociaciones civiles.[2] La observación sobre esta tendencia reciente en Estados Unidos me la hizo Jorge López, de la Fundación MacArthur. Él detalla que, para financiar estas iniciativas y cumplir con la debida diligencia y el marco regulatorio del IRS (el servicio de recaudación de impuestos de Estados Unidos), las fundaciones necesitan que estos proyectos tengan “alojamiento” (o un patrocinador, en la jerga legal) en una organización exenta de impuestos, lo cual generalmente otorga el regulador (el IRS en Estados Unidos). El donativo se otorga a la organización que auspicia fiscalmente al proyecto. En este escenario, está claro, por interés de ambas partes —los individuos que buscan el apoyo y el donante— que el proyecto recibe los fondos, y no la organización que auspicia el proyecto, haciendo que el donativo por proyecto sea la opción elegida.

La preferencia contundente por el apoyo no restringido por parte de las organizaciones sin fines de lucro no debe interpretarse como algo que debería aplicarse en la totalidad de las situaciones, en todo lugar y circunstancia. Los donativos por proyecto cumplen funciones importantes, dependiendo del caso que se trate, tal como fue el escenario de una colectividad de personas cuyo proyecto está hospedado en una organización intermediaria. También sirven para que un donante “nuevo” empiece a conocer a la organización, pues es una forma de entrar en una nueva relación entre instituciones que posibilita la construcción de confianza. Otro escenario que se me ocurre es para apoyar a organizaciones más grandes, quienes en su presupuesto usualmente ya cuentan con una parte importante de fondos no restringidos. Y, finalmente, el apoyo por proyecto puede tener mucha pertinencia para financiar el trabajo de think tanks o departamentos de investigación de universidades para proyectos concretos de incidencia o para proyectos de investigación.

El aspecto de este tema que muchas personas —incluyéndome— están tratando hacer notar es que el apoyo no restringido necesita convertirse en la norma para apoyar el cambio social y la justicia, y dejar de ser la excepción. Recientemente, me inscribí en el webinar Shifting the Power Balance to the Global South organizado por el Centro para la Filantropía Estratégica de la Universidad de Cambridge como parte del movimiento #ShiftThePower. A lo largo de las intervenciones de los panelistas empezó a emerger un consenso por la urgencia de dar más acceso a fondos flexibles para las organizaciones y movimientos en el Sur Global. En países donde los actores estatales están limitando constantemente el espacio cívico y reprimiendo a las organizaciones, a los movimientos sociales, y a las comunidades organizadas, el financiamiento no restringido es más que una buena práctica, es una necesidad para la supervivencia de la sociedad civil.

[1] Centro para la Filantropía Efectiva, “New Attitudes, Old Practices: The Provision of Multiyear General Operating Support”, octubre de 2020, p. 10.

[2] Hospedado en NEO Philanthropy, Rights CoLab es un ejemplo de un proyecto con patrocinio fiscal. NEO Philantropy es el intermediaro que gestiona las funciones para la colaboración multinacional de practicantes expertos que trabajan en los campos de sociedad civil, tecnología, negocios y finanzas para promover los derechos humanos que forman RightsCoLab.